domingo, 8 de enero de 2012

COMENTARIOS: DIARIO DE ROSALIND SCHIEFERSTEIN

 LIBRO DE POEMAS.

DIARIO DE ROSALIND SCHIEFERSTEIN

CECILIA GLANZMANN

Este libro, Diario de Rosalind Schierferstein de Cristina Pizarro, nos ofrece una propuesta de camino interno desde el texto I “Yo soy” de la Primera Parte a los dos últimos “Convite” y “Rotación interior” de la Tercera Parte.
Es notorio el salto lírico cualitativo de la poeta en esta obra, donde lo vanguardista sobresale y también se evidencia un avance revelador en su búsqueda temática, presente en sus obras anteriores. Podemos ver un enlace muy interesante con lo que escribió entre 1962 y 1973 “primero en un cuaderno y después en un diario” . Cuando lo ha pasado a la computadora , lo llamó “Diario de Rosalind”... con un enlace afectivo especial con su abuela materna, que se llamaba Filomena Rosalinda Teresa Giacontino. Y al escribir este nuevo libro que comentamos le agregó el apellido “Schieferstein” que significa ‘pizarra’ en alemán con una connotación bisémica . He leído aquel libro o texto de lo escrito en aquellos años, me he detenido en ese proceso adolescente y juvenil de las interrogaciones existenciales sobre el ser y la esencia del hombre, sobre la vida como realidad o ilusión, del hablar de “ superar abismos en la luminosidad de pensar”, de “la angustia del ser”, del “anhelo del amor”, de la “ansiedad de paz, de calma, de comunión con la Naturaleza”, de voces que se reiteran en sus libros posteriores y también en este último sobre nombres de flores, de aves, o el expresarse sobre el tiempo, el abismo, la soledad interior, el caos , la expansión, el aprendizaje... Y hay una palabra que se torna idiolecto muy significativo: “azul” en distintos poemas. Me he detenido igualmente en la estructuración libre de los versos en el dibujo en sí de los poemas, como en la sintaxis con extensiones o brevedad en las construcciones, con su ritmo dado por reiteraciones anafóricas iniciales e interiores y por una armonía que logra como logrará en cuanto escriba después... y que conozco con hondura por leerlos, por estudiarlos y presentarlos. Suelo decir que en general, un poeta puede escribir muchos libros , pero que todos pueden ser uno solo, con sus matices y evolución, aunque haya excepciones. En la obra de Cristina Pizarro noto esta constante. Y creo que... en la pizarra de la vida, Rosalind Schieferstein y la poeta han escrito poemas que desnudan el ser y acontecer del ser humano, desde la conciencia profunda y la vivencia de quien pudo poner en palabras todo ello.

En DIARIO DE ROSALIND SCHIEFERSTEIN que nace en este 2009 abriéndose a cada lector o escucha reveladoramente, todos los poemas están titulados y muchos llevan epígrafes. Esto último, más lo que se encuentra aquí y allá adentro de cada texto, suman mayor intertextualidad a la que ya el poemario en sí plantea, en el proceso existencial de Rosalind- ora Eurídice, ora Perséfone, ora Isis...- y en su relación con Osiris. Lo mitológico y lo intercultural con transversalidad en tiempos y espacios, cimenta su discurso, dándole pie para expresarse, ya como con la levedad de la brisa o con la fuerza de la metafísica. Dentro de esas temáticas nombramos : el eterno retorno, el laberinto, el deseo, el estar en el Hades o en el Averno y, a la vez, en el Paraíso, la Tierra y el Cielo, el reptar y el volar, lo real y lo ilusorio, el anhelo de Dios, del Edén, de la redención. El Caos y el Todo, el regreso a vidas pasadas, el vacío, la angustia y el afirmarse en el cuerpo y en el Ahora.
La rueda que gira y gira y con ello : vivir, morir, renacer, volar y liberación-iluminación, caída, recomienzo... Este eterno rodar va cruzando isotópicamente toda la obra con una marcada búsqueda de salvación.
Recursos de aquel primer diario-cuaderno que escribiera, como los empleados en otros libros están , con su sello renovado en este libro. Por ejemplo, el juego reiterativo y anafórico. En el primer poema “Yo soy”( 3) leemos:
“Yo soy quien recoge.../ Yo soy quien se entrega a la calma del origen /Yo soy quien busca percibir.../
Tú eres quien nace y muere en un instante eterno / Tú eres el ahora infinito”
Y en el segundo poema “La que camina sobre el fuego”(49 avanza lo dialogal “yo /tú” de la alteridad . Los versos se alargan aquí, desplegando el sentir del yo poético. En “Cae una pluma “ ( 5) dice: El beso condenado por la lascivia enciende el amor de este mundo /.../ Placer y muerte.
Hay un anhelo ferviente de sentir la caricia del cuerpo-rostro del acompañante en esta vida, como fragmento del Todo, más allá de la trampa del tiempo y de la calamidad, en “ Me espera la inmortalidad” ( 6).
Lo personal aparece expuesto de un modo tangencial en “Palabras a mi madre”(9) que firma Perséfone, y en el poema homenaje a su tatarabuelo riojano Rafael Pizarro, “Linaje” lo raigal personal es más explícito.
La autora visitó como congresista invitada Irán y el mundo musulmán. Sumemos a ello que ha visitado la India y muchos otros países del mundo , como así también es una viajera incansable como lectora de libros. Todo la enriquece y se nota en su textualidad lírica.
En la Segunda Parte, en el primero, “El fin”, sentimos tanto la sensualidad como el paso de plano de esta a la otra vida y quizás más, con una mirada respetuosa y profunda, que hacen de “El fin” un poema precioso. Igualmente, los que le siguen.
En este segundo apartado de la obra hay como un “crescendo” en el proceso del ser a través de “Arrebol” (19/20), de “Columpio de oro”(21), de “Hamaca”(22). Es la infancia, la inocencia, es el acceso a la dicha o al espanto, es morir y renacer pero deseando liberación, es el cuerpo que se yergue hacia Dios... Y el proceso sigue: en “Dos cuerpos”(23/24) , en “Horizonte” (25) –donde se aliviana lo conceptual-, y en “Viaje” (26/27) donde se afirma la búsqueda espiritual hacia el origen del Edén, hacia el recuperar el saber volar como el pájaro inmortal.
En la Tercera Parte lo expuesto cobra más densidad y a la vez más vuelo en belleza, conocimientos, percepciones y simbología. Esto, por ejemplo, en “Amatista-Templanza” (34) donde se sugiere desde el título mismo la transmutación y el perdón sin temor para atrapar la unión entre el amor y la sabiduría.
Algo sobre lo estilístico. Destacamos sus imágenes líricas de síntesis simbólica y gran belleza, su trabajo con los distintos recursos lingüísticos en los niveles sintácticos y morfo-semánticos, como en los gráficos donde lo lúdico intencional o no aparece en el uso de guiones, espacialidades, dibujos creativos, muy libres, de los versos. Trabaja el desdoblamiento conceptual de vocablos compuestos, como en “des-aparece” y” A-parece” (34) o en “Por-venir”(37) , título. En “Capricho” (51) hay un diálogo abierto a un tú plural que connota el liberarse, centrado en el alma, elevándose a Dios. Dice: /...corta el lazo con la muerte infértil . Y el adjetivo infértil sorprende y a la vez refuerza con originalidad.

En dos poemas del libro: “Caos/Iluminación” (35) y “Buitre” (53) hallo como una síntesis de la esencia temática de esta obra. En el primero, está el descender al Caos, al abismo, para subir hacia la luz donde el yo se abre a lo otro (verso final ). En el segundo, luego de la acertada cita de Vladimir Holan , tomado de “La voz de Ofelia” de Clara Janés- a quien cita en varias partes del poemario-, está esa búsqueda de ir del infierno al cielo, de la caída a la redención, de la carroña al oro filosofal, de la transmutación de la muerte a una nueva vida.
Y así a mi entender, es. El tejido de la vida, como dice en “Hechicera” (52) se ofrece al lector a través de todo lo tan honda y bellamente expuesto en DIARIO DE ROSALIND SCHIERFERSTEIN, una obra en la que Cristina Pizarro nos brinda, como dije al comienzo, una propuesta de camino interno.
Trelew, febrero de 2009.



BERTHA BILBAO RICHTER


Nota de Tapa para el Diario de Rosalind Schieferstein

“Yo soy un poema trémulo que gira hacia una espiral ascendente”. (C.P.)


Estas breves palabras pretenden ser sólo una bienvenida al Diario de Rosalind Schieferstein, cuyo título despertó en mí una serie de anticipaciones acerca de su propósito y de su mensaje y me dio pistas para explorar el mundo, tan consubstancial a su autora, tan singularmente individual que refleja, como en un espejo, aspectos de todos y de cada uno de nosotros.
A partir de su permanente incursión en la fantasía y de la búsqueda de la belleza, vías de acceso a la realidad que trasciende el mundo fenoménico, Cristina Pizarro ha venido entregando al universo de la lírica contemporánea, expresiones de esa “razón ardiente” a la que alude Graciela Maturo al referirse a la plenitud del sentimiento del poeta y que, en el caso que nos ocupa, ha merecido ya lúcidas opiniones de nuestros exponentes de las letras y de la crítica contemporánea como Ester de Izaguirre, Rubén Vela, Juan Jacobo Bajarlía, Héctor Miguel Ángeli, Atilio Castelpoggi, Fernando Sánchez Zinny, Sebastián Jorgi, Nélida Norris y Cecilia Glanzmann, entre otros.
Como en su libro anteriormente publicado Confesiones de Gertrudis Glauben,(2006), Cristina Pizarro se deja seducir por un personaje de su invención, Rosalind Schieferstein, ocultamiento y revelación, por medio de la escritura, de una mujer cuya individualidad fictiva muestra también la más prístina esencia de su autora..
Posiblemente este libro esté inspirado en el viejo poema Roman de la Rose, de Guillaume de Lorris, compuesto alrededor de 1230 y continuado tiempo después por otros autores; así se explicaría la inserción de la lírica en la narrativa quebrada por la fantasía, la alegoría, el símbolo y el sueño, llamativamente, un prematuro brote vanguardista en el siglo XIII.
Rosalinda, personaje de la obra Como gustéis, de Shakespeare, personifica la astucia femenina, entre inocente, desenvuelta y provocativa; algunos críticos encuentran su lejano antecedente en el texto antes mencionado.
Por otra parte, la significación de la rosa tiene matices diferentes pero siempre convergentes; en este libro, simbolizaría la realización absoluta de la mujer por el amor; también se podría relacionarla con la alegoría de la Aurora.
En cuanto al apellido, creado por la poeta, es un vocablo alemán que significa “pizarra”, soporte de un texto y curiosamente, la variante vocálica final constituye el apellido de la autora.
Desde un presente enriquecido por la madurez de un largo oficio en las letras, Cristina Pizarro se autorrepresenta en ese yo condicionado por el lenguaje, con las limitaciones y ambigüedades que conlleva la tajante oposición entre la vida y su representación.
Rosalind Schieferstein se nos muestra como una individualidad intensa y concluida a través de la conciencia creadora de su autora que ha necesitado verse desde fuera de sí misma para esa difícil comprensión absoluta, cuya definitividad no se clausura mientras el decurso de la vida nos enfrente con el misterio y la ignorancia de lo porvenir.
Nuestra poeta es consciente de que la identidad se construye narrativamente pero a través de la metamorfosis de los hechos vividos, de ahí que dinamiza un proceso creativo en el que juega la imaginación con esa marea informe de los recuerdos, algunos inmediatos, como los que configuran un diario y otros lejanos, recuperados por la nostalgia o la ensoñación.
Advertimos tópicos de recorrido transversal en este poemario: el peregrinaje del yo lírico flanqueado por rocas memoriosas en busca de la identidad; el transitar por la vida como a través de un laberinto del que debe salirse por arriba, mediante el amor ; el deseo como causante de los pesares, la evocación de la niñez, de los juegos, de la adolescencia, de los ancestros familiares, la búsqueda del Edén perdido, la duda y la pregunta por el sentido de la vida, la apertura del yo hacia “lo otro”, la palabra poética, su gestación y alumbramiento, el amor como Eros y ágape, la vida y la muerte como clausura y trascendencia.
Es interesante constatar en este libro la continuidad del inmemorial sentido espiritual y el carácter mistérico de la poesía. De ahí que más allá de la referencialidad que emerge del mundo íntimo de la poeta, en algunos casos, imprecisa, oscura, de difícil acceso, por momentos hermética, la belleza es la condición esencial del texto. El encantamiento de los sentidos y esa fascinación que se experimenta ante la puerta capaz de introducirnos al Paraíso es consecuencia de la voz autoral que, como se pensó en el Medioevo, es reflejo del Verbo Divino y ordenadora del caos. Así también se percibe en este diario lírico, la emergencia del Romanticismo en lo que tiene de búsqueda “hacia adentro”, del simbolismo que extiende sus raíces en doctrinas esotéricas y, como no puede ser de otro modo, por el momento histórico que transitamos, de la vanguardia que aporta la osadía en la experimentación.
Al respecto, en una entrevista de María González Rouco, interrogada acerca de las influencias que reconoce en su poesía, Cristina Pizarro se refirió a las multifacéticas fuentes que incidieron en su vida empeñada en abordar la búsqueda de la condición humana: “Soy como el mar que recibe de los ríos muchísimos afluentes”, explicitó en esa ocasión.
El Diario de Rosalind Schieferstein es una apuesta a la libertad y polivalencia de la palabra que se despliega en la búsqueda de ese tipo especial de comunicación en la que el lector se hace partícipe, cómplice del personaje que escribe su Diario y, por su mediación, del temple de ánimo de la autora.
Desde el punto de vista formal es lícito revalidar dos aspectos: la sonoridad y las imágenes, aquélla, fundada en el ritmo, partición de un tiempo lineal interiorizado, como lo señala Octavio Paz y éstas como aproximación de realidades distantes que en algunos casos aúnan opuestos; la modernidad de Cristina Pizarro recobra, de ese modo, la visión mítica, analógica del pensamiento oriental.
En esta época en que la mujer constituye la esperanza para el equilibrio de la humanidad, un testimonio expresivo como éste que nos ofrece Cristina Pizarro es bienvenido, porque además, “recuerda al hombre los valores perennes del sentimiento, los pequeños mundos que se descubren en la infancia y que, fatalmente, se reniegan o se reviven”, como lo dijera con tanta precisión Gustavo Soler en 1995 en la SADE, en un acontecimiento tan grato como éste.


Buenos Aires, febrero de 2009



ERNESTO GOLDAR

El sentido celebrante patentiza un aumento de las percepciones en un estilo construido con cuidados, saboreo del lenguaje como preocupación, versos poseídos de un movimiento interior y razones alegóricas concentradas en imágenes que en un solo momento expresan plenitud. Las depuraciones verbales y los símbolos, las tentaciones del poema con argumento y las elecciones ilustrativas, irradian una tensión de memoria, intensidad y recato, aquietamiento y búsqueda de palabras suntuosas, eficazmente lúdicas, desveladoras de jubileo y del distingo poético que exacerban las proposiciones. Cristina Pizarro es una poeta responsable de su canto, y su música es una música sentimental en que la melodía surge y desaparece en las complacencias impresionistas que le impone la serenidad, el verso que nace a partir de resonancias emotivas y la visión acentuada del mundo de la autora que ofrece su misterio. La protagonista del relato hace la figura de ser la autora, y un instante de libertad nos produce la impresión que todo puede decirse en la originalidad de las formas depuradas de un estímulo lírico, íntimo, subjetivo, levemente elusivo, en adecuación afectiva y confidencias de entrañable latido, para conseguir una frase auténticamente femenina, de clima tenue y pequeñas vibraciones en la intuición contenida y a media voz.
Ernesto Goldar

Buenos Aires, 9-4-09



GRACIELA LICCIARDI
¿A quién desnuda el Diario de Rosalind Schieferstein?


He leído la obra poética completa de Cristina Pizarro constituida por: “Poemas de agua y fuego”, “La voz viene de lejos”, “Lirios prohibidos”, “Jacarandáes en celo”, “Confesiones de Gertrudis Glauben” y he analizado uno de los ejes temáticos que atraviesa su escritura, me refiero a la presencia del cuerpo y este libro que hoy tengo el agrado de presentar aquí: Diario de Rosalind Schieferstein, también lleva esa impronta.
En la escritura de cada personaje de su invención de Cristina Pizarro nada ocurre porque sí, tal vez no provocado en su totalidad y conscientemente sino muchas veces descubierto a través de lo onírico o en la simplicidad de lo intuitivo.
El libro está dedicado a Osiris y dice la autora: “personaje nacido de mis ensueños y que me brindó la dicha de alcanzar una nueva vida” y más abajo afirma Rosalind: “como la semilla morirás para renacer en forma de espiga” que son parte de los versos del poema “Para Osiris Brombeerstranch”.
La fuerte percepción de lo soñado desemboca en la memoria y la autora lo convierte en poesía. Cristina Pizarro en el prefacio, dirigiéndose al lector, escribe: “quien se limite a buscar la anécdota, no la hallará, pero tampoco encontrará el sentido quien ignore (desconozca) la importancia del pensamiento simbólico y mítico”.
Rosalind nos conduce a través de su Diario hacia un Muro y Laberinto, como se titula la primera parte, y una vez más al leer lo que ha escrito la autora nos sentimos envueltos en una seducción poco usual; el deseo por alcanzar el amor es un acto de lucha, de convencimiento, de tenacidad, de esperanza, de vehemencia, que lleva a Rosalind a atravesar todos los escollos para llegar al final del laberinto donde quiere alcanzar la dicha.
Así Cristina Pizarro demuestra una vez más, a través de su escritura, ese anhelo incesante de un ser renovado que necesita la experimentación del amor para concretar sus sueños. Rosalind se va construyendo dentro de un ambiente de ensoñación cuyas vivencias van siendo impresas a lo largo de este Diario que desnuda su alma. La Licenciada Berta Bilbao Richter lo denomina “Diario Lírico”, donde la excelsa búsqueda de la belleza y la intimidad en que nos sumerge Rosalind, nos hace evocar sentimientos por todos transitados, como el amor, el deseo, los recuerdos de la niñez y la adolescencia y las eternas interrogaciones acerca de la vida y la muerte, constituyéndonos, a los lectores, en testigos y cómplices de sus manifestaciones.

Rosalind, a lo largo de todo el Diario, sufre constantes mutaciones: es Perséfone, Eurídice, Isis. El primer poema “Yo soy” lleva un acápite de Eurídice “no sé, no consigo recordar...tendré que aprender de nuevo el dolor...¿cuánto tiempo estuve muerta?” y en alguno de sus versos nos dice “mi mente arrolla incansable el mundo sensible/ se arrastra en la lengua/ saborea el néctar”. Rosalind es la que camina sobre el fuego, la que se prosterna al borde de la fuente, la que se asombra ante la trampa del tiempo; “los huesos y la médula arman un laberinto” dice en un poema y en otro “como una hechicera que indaga la naturaleza, descubrí en mi cuerpo las claves” o a veces se pregunta: “quién es esa mujer que se angustia”. En el poema “Palabas a mi madre”, por ejemplo, escribe desde Perséfone.

En una segunda parte “Entre mi cuerpo y yo” aparece más ferozmente la mujer deseante, amante de la naturaleza y que, como en sus libros anteriores, se detiene en la contemplación de múltiples criaturas, flores, lugares especiales y frutos que la tierra da. Nos trae las cúpulas del Islam, el pájaro azul de la mañana, las ágatas, amatistas, corales de la India, azucenas, narcisos y tulipanes, como así también caracolas, geranios y amapolas. Rosalind dice que “en la escritura de Dios estará cautiva” y en el poema “Filigrana “ dice ...”nuestro Dios está en prisión ante la defensa satánica”.
Por ello Rosalind es, y me gustó llamarla así, de una “religiosidad peligrosa”, es una mujer que es a la vez muchas mujeres, es hechicera, amante, serpiente emplumada, guerrera, mujer sensual, misteriosa, indagadora.
Y también pregunto: ¿De quién es el ropaje de papel que impresionó los ojos de Rosalind? ¿Ante quién se desnuda o quién se desnuda para ella? ¿Sigue siendo esa niña de vestidos con puntillas almidonadas y lazos con moñitos enmarañados? ¿Dónde ha quedado el “corset de la inocencia” como dice Rosalind?.
Ella es un personaje entrañable, a veces se mueve entre la vacilación y el miedo paralizante frente al mundo hostil e implacable en el que le toca vivir; no deja, sin embargo, de sentir asombro, todavía, ante la maldad o las vicisitudes, pero con su “apariencia débil” es capaz de derribar muros a costa de algunos sacrificios o tristezas y, como manifesté antes, en todas sus obras y en especial en esta, Cristina Pizarro hace hincapié en un personaje principal que siempre pone el cuerpo, a veces en forma erótica y otras muchas en un cuerpo enfermo, tal vez no tanto física sino anímicamente, un cuerpo y un alma desconsolados, faltos de amor o, mejor dicho, siempre en búsqueda del mismo.

En la tercera parte de este fantástico Diario, “Osiris y Rosalind” ella dice: “sufrir, tolerar, aguantar, soportar”...”el crujir tormentoso es un demonio fatal...lo único que tiene sentido es seguir el camino”.
No obstante Rosalind logra vencer al Leviatán: le dice en el poema: “por qué insistes en guardar el tesoro de la inmortalidad y vigilar las perlas y diamantes del árbol de la vida” y Rosalind concluye “ después de permanecer eclipsada adentro del arca feroz tu cuerpo irrumpe con huellas de azabache y de coral”.
¿Qué es lo que Rosalind no dice y se mueve en constante expansión?
Ella habla en un poema: “el secreto es una urdimbre que trepa por la espesura de los montes” , es enigma, es aliento, es el ser íntimo. Nos escribe sobre encrucijadas, cito: “la otra muerte es un casi nada sin tiempo/ es desanudarse el nudo de la existencia”
Rosalind Schieferstein, se identifica con Isis y le manifiesta a Osiris que ella también va a ayudar a recomponer el cuerpo descuartizado del mismo, aludiendo al mito y constituyéndose en salvadora. También los rostros y cuerpos duplicados que aparecen en el poemario denotan un juego maravilloso del doble, eje escritural de vanguardia.
Frente a tantos interrogantes que nos instala el “Diario de Rosalind Schieferstein” quiero decir que los poemas de Cristina Pizarro son como una ola gigante, primero nos sorprende, nos lleva de aquí para allá, entre paisajes encantados, mezclados con el miedo, de pronto la ira, el sufrimiento, la angustia, nos invita a ver los diferentes frutos y criaturas de la naturaleza, nos eleva hacia la exaltación de los sentimientos del amor y cuando nos encontramos allí, en la cresta de la ola, en su punto máximo, comienza a descendernos serenamente, con palabras cautivantes, glamorosas, míticas y siempre nos deja una esperanza, una renovada fe, un sentido de la existencia.
Rosalind es un ser que nos encanta y su deseo es ser amada, encontrar victoriosa el por-venir, se refleja en Osiris, combate con los vampiros, renace en ángel nuevo, habla del buitre, de hechiceros y de la resurrección, se contagia del espíritu de Démeter, en fin, Rosalind concluye el Diario diciendo: “Una mirada estoica se refugia/ en los senderos/ tritura el dolor/ subyugada por la injuria/ se empeña/ en el deseo.
En el “Diario de Rosalind Scheferstein, se desnuda ante ella misma y nos desnuda a nosotros sus lectores; un libro para disfrutarlo por su alto contenido poético y su vuelo excepcional que, estoy segura, para aquel que lo lea, quedará grabado su corazón, y al cual debiéramos darle la importancia que se merece a esta escritura trascendental de Cristina Pizarro, que debería ser muy apreciada en estos tiempos.

Graciela Licciardi
Septiembre de 2010






1 comentario:

  1. “Yo soy quien recoge.../ Yo soy quien se entrega a la calma del origen /Yo soy quien busca percibir.../
    Tú eres quien nace y muere en un instante eterno / Tú eres el ahora infinito”
    Tengo la sensación de que este libro está escrito con el alma. Sólo conozco unos pocos versos, pero me bastan.
    Un abrazo.

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