domingo, 8 de enero de 2012

COMENTARIOS: JACARANDAES EN CELO

LIBRO DE POEMAS.

 JACARANDAES EN CELO


FABIO GARCIA

Imágenes de caracoles, fantasmas y silencios. El Amor en tensión junto al dolor de calles vacías, la evocación del mar, junto a la gratitud del lector que le da a la autora por hacerle presentir la brisa del mar sin nómbralo. Los lugares del viento y las pertinentes vacilaciones de la subjetividad, se conjugan en un volumen lleno de aciertos. Recuerdo que Borges resonando en Coleridge sentencia que en los sueños las emociones engrandan las imágenes, (al igual que en la poesía podemos agregar) son quizás la más antigua de las formas del arte.
Cristina Pizarro nos hace percibir la textura del tiempo en sus recuerdos, junto a sus ausencias y memorias. La imaginación flotan entre palabras y silencios, la escritura baila entre vaivenes de sentidos y formas. Nos invita a visitar lugares reales y fantásticos, algunos fuera del tiempo. Están también presentes el oriente y su filosofía, junto a los misterios que tanto apasionan a la escritora.
Como es deber de todo poeta, recrea el tiempo mítico y no falta en este libro la titánica lucha entre el amenazante caos y el titubeante cosmos.
Presentimos  la  Naturaleza, las flores y los pájaros que recrean el perfume del jardín donde crecen los Jacarandaes. Además está la muerte, la presencia de la ausencia; la soledad compartida con el lector en un hecho estético. Las metáforas son tan viscerales que la poeta necesita de su propia metamorfosis: como una ondina, como flor, como verso. Estamos ante una obra comprometida que al decir de la autora, está hecha  con “los pétalos de mi alma”.
Las evocaciones que nos regala Cristina, se nos develan a modo de bitácora en un grato paseo por la mejor poesía. Poesía que guarda cuidadosamente estás páginas y que anima los sentidos, por ejemplo: las flores son flores y son cuerpos, que a su vez son símbolos, que a su vez son palabras sobre palabras, que al decir de Breton gratamente hacen el amor.

Febrero de 2003. (Universidad Nacional de Quilmes)




LUIS ALFREDO HERRERA DUARTE
ACERCA DE LAS TRADUCCIONES AL ALEMÁN

En noviembre de 1996, YAGE, Asociación pro Arte, Ciencia y Cultura Latinoamericanos de Austria tuvo por primera vez el placer y el honor de publicar los poemas de Cristina Pizarro, en versión bilingüe, en la edición número 28 del Magazín Cultural Latinoamericano XICóATL “ Estrella Errante”, que se edita en Salzburgo.

Acabábamos entonces de publicar, en el número inmediatamente anterior, los resultados y los textos ganadores del 3. Concurso Literario XICóATL, donde Cristina Pizarro había obtenido una Mención de Honor como reconocimiento por su trabajo lírico. Recuerdo aún que ya por aquel entonces, el decir de Cristina Pizarro me había impresionado profundamente. Sus frases cortas y precisas, la metamorfosis mediante la cual va deshilvanando los hilos de su pensamiento, sus metáforas cargadas de colores vivos y fuertes, sus asuntos y la forma de tratarlos impresionaban mi sensibilidad. Desde aquella época surgió también entre nosotros una camaradería y una complicidad alrededor del quehacer poético y su promoción, que se ha ido transformando con el tiempo en una verdadera amistad a pesar de la distancia.

En julio del 2001, en el número 55 de nuestra “Estrella Errante”, volvimos a publicar versos de Cristina Pizarro, esta vez a raíz de la creación de un Puente Cultural entre Salzburgo y Buenos Aires. Fue aquello apenas un nuevo reconocimiento, sencillo y a la vez sincero, que nuestra Asociación en Austria rindió al trabajo creativo y cultural de esta mujer abnegada e incansable, que no sólo a nivel de su terruño sino también internacionalmente, va dejando con su andar una huella noble y trascendente de lo que es la cultura argentina de nuestro tiempo. En buena hora Cristina Pizarro se decide una vez más a regalar al mundo sus dones y esa sensibilidad profunda que la caracteriza a través de su palabra. Gracias, Cristina, muchas gracias.

Salzburg,Enero de 2003



HÉCTOR MIGUEL ÁNGELI


La primera sorpresa que nos depara este nuevo libro de Cristina Pizarro es el título. El jacarandá es un árbol celestial, es decir, poblado de ángeles azules, de manera que se hace difícil imaginarlo  en celo. En celo podemos imaginar, por ejemplo, a la magnolia, que es enteramente voluptuosa. Ya en su título anterior Cristina mencionó a otro vegetal, a los lirios, flores con aureola de santidad, y los sentó en el banquillo de los acusados llamándolos "Lirios prohibidos". Hoy son esto jacarandáes los que nos traen la noticia de su vida integrando, según nos informa, una "tetralogía del amor" junto Poemas de agua y fuego,  La voz viene de lejos y el ya recordado Lirios prohibidos.
"Si existieran santos entre los árboles,/jacarandá, serías mi santo/ y depositaría a tus pies/ la ofrenda de tus propias flores". Estos versos de Silvina Ocampo que Cristina ha elegido para uno de sus epígrafes nos vinculan sutilmente a uno de los gestos entrañables de la poeta: la ofrenda, la ofrenda en lo que tiene de ritual un diálogo con la naturaleza, un diálogo claro y constante. Porque digámoslo de una vez: la naturaleza es la gran metáfora de la poesía de Cristina Pizarro. Una metáfora que se acerca al lujo verbal por la riqueza de su mirada y por la ansiedad de superarla, más allá del sueño, cuando dice: "Quiero escuchar los sonidos del universo entero./Y pronunciar el Nombre que me invite a despertar". Pero no se trata sólo de la naturaleza real, sino de una sugestiva alianza con la naturaleza de la imaginación desplegada en visiones de ciudades, pueblos y jardines, zonas de desvelo o de iluminación que aparecen desde lo mítico hasta lo representativo de los barrios de Buenos Aires.
Por otra parte, en equivalencia a la palabra creadora, si tuviéramos que buscarle una imagen plástica, con quedaríamos con la de una mujer de frágil desnudez en medio del bosque. Sí, así es, porque estos poemas están  surcados de alta sensualidad y de todo lo que contribuye a enaltecerla: flores, frutos, pájaros y piedras preciosas, esplendores y tinieblas
Como ya dijimos, Cristina Pizarro cierra con este libro su tetralogía del amor. Por lo tanto, el amor ahonda los poemas más exasperados, los que recuerda su floración en el" jardín en celo" Llega así a "la intensidad del instante", a la desolación cómplice de la vida y de la muerte en una trampa de lucidez que la obliga a afirmar con gran acierto: "Porque sé/ que renace/ para siempre/ lo efímero".
En el ritual de la plegaria o de la contemplación (siempre presente en Cristina) los atributos de su poesía alcanzan, de pronto, una cierta religiosidad donde nuestros límites se cuestionan y agonizan. Ya Cristina había expresado en Lirios prohibidos: "Duele tanto la materia/ hasta que se transforma en éxtasis". Y en el mismo libro también dijo, en uno de sus más bellos versos: "Busco en el cuerpo de Dios/ la palabra perdida". Pues bien: esa búsqueda de lo trascendente en quien confiesa haber cometido "el pecado de la palabra vacía" continúa en este nuevo testimonio de sus emociones y conmociones.

Héctor Miguel ÁNGELI
Buenos Aires, 15-8-03


FLAVIO CRESCENZI

Aquel que haya tenido la oportunidad de disfrutar de la poesía de Cristina Pizarro, como yo lo hice no hace mucho con Lirios Prohibidos, juzgará inapropiado cualquier intento de mediar entre ella y la vívida experiencia de leerla. Aún así, sobrados son los comentarios que el mismo libro nos ofrece atendiendo la problemática de la obra, heterogéneas las visiones, nutridas las interpretaciones barajadas. Muchas de ellas optan por una explicación, si es que de explicaciones puede hablarse, de índole místico cuando no definitivamente religioso. Por mi parte, prefiero aport6ar otra lectura, y así como sé que el texto es pasible de las ya efectuadas, debido tal vez a ciertas evidencias que para no contrariar mi futura exposición llamaremos símbolos, diré también que el libro, entendiéndolo como un todo conceptual, es un claro manifiesto que anuncia una búsqueda intelectual y espiritual, un logos estético sólo hallable en la palabra, porque la palabra es su única esencia y su materia. Por ejemplo en "Remolinos de espejos" nos confiesa:
Busco la verdad.
Camino apresando la palabra
El lenguaje aparece como una espiral.
Es un remolino de espejos que retorna a mi intelecto.
El intelecto, hijo de la razón y de otras ligaduras, es el que será absorbido por aquel remolino verbal que sigue hambriento. Es, justamente, ése el resultado de una trayectoria iniciática que aspira a suplantar al intelecto anteriormente mencionado por otras formas de conocimiento, formas ontológicamente más puras, que sin lugar a dudas abrevan en más de cien mil mitologías y que, seguramente, la autora, quiso reflejar en el particular mito de la cristiandad.
Pero en este derrotero cósmico hay portales pegadas a los ojos, paisajes en su devenir reconocibles, como los que el poema "Fotos" nos revela:
Desnudados por los besos,
nos quedamos en un pueblo
donde un concierto de guitarras
atrapó de nuestros cuerpos
toda la savia salvaje.
La imagen que asciende, otra vez se transforma en equipaje, palabras que hacen camino, versos como pasaporte, versos como pasamanos, hasta que el periplo concluya por fin con la noción de haber llegado a lo cierto, tan incierto para los que no zarparon aún hacia esas sombras, que bien está lo expresado en "Alquimia" como posible respuesta:
El sabio se une al pájaro del delirio.
En la danza del amor,
encuentra una llave de diamante;
y huyendo de los demonios del tiempo,
penetra en un recinto solitario.
Ya para finalizar con esta palabras preliminares agregaré que quienes respetamos la Poesía por sobre todas las cosas, intuimos que tanto su lectura como su eventual producción denotan un viaje sin orillas y sin remos hacia lo no pronunciado, hacia lo desconocido, y Cristina Pizarro, irrefutablemente, ha regresado a salvo y más sabia de uno, sin otra pretensión que narrarnos su aventura.




CARTA DE LUIS MARIA SOBRÓN


He llegado recién de Buenos Aires, de la presentación que se hizo en la Biblioteca Nacional, de la Summa Poética editada por Vinciguerra, de la cual participo. Primero quiero disculparme por la demora en enviarte estas líneas, por múltiples motivos estoy con la correspondencia bastante atrasada.
He estado leyendo Poemas de agua y fuego y Jacarandáes en celo. Quiero decirte que del primero me ha llamado mucho la atención ese Buenos Aires, tan próximo a la voz del maestro Borges, que surge de algunos de tus poemas. Me refiero a Diálogo o Paisaje quieto, cuando dices "soy una teja gastada,/ miro la esperanza/cubierta por el musgo..." o " casa con ventanales abiertos,/ calles de piedras/ sin veredas."
Es evidente (por lo menos para mí) la relación entre tus dos libros, cómo vas configurando una voz que enuncia desde la primera persona y en la voz femenina, como la mirada que atraviesa el mundo. Dices en el poema Tiempo "Hurgando en el ayer/descubro/ mi presente sostenido. Amor y soledad/ conquista y posesión..." aquí creo está la síntesis de tu actitud poética: rescatar del pasado (y de la tradición) para explicar tu presente. Ya en Jacarandáes en celo, esta voz femenina se instala con otra fuerza "Yo estoy oculta en el cuerno blanco de metal." produciendo un efecto poético interesante, esa voz en primera es lo evidente y lo oculto al mismo tiempo.
Desde ese lugar se dispara la reflexión en imágenes muy logradas como en el poema XLII El Golpe del 76 "y en la llanura se desangraba un árbol", esta reflexión que presupone un espacio compartido con el lector a partir de una experiencia vital común. Ese lector que puede reconocer las calles de una ciudad que recorre a diario y leer allí su historia y nuestra genealogía.
Estimada Cristina, creo que tu obra poética tiende a la síntesis, en algunos poemas amenazas esta idea y en otros poemas largos, quizás por la algarabía de tu pensamiento, no la cuidas. Como ya te decía aquí en Mar del Plata (y esperando verte para el encuentro de la Marathón Poética que hace Villar, 18 al 21 de diciembre) cuando tuvimos oportunidad de hablar nosotros dos; hay en estos momentos, en nuestro país, y sucede también en otros países americanos y europeos, una suerte de ingeniería poética signada por un fragmentarismo excesivo, sin que dé respuesta a una estética probable, ni que se module un espacio de la poesía que dé lugar a la construcción de una poética de este tiempo. Tomando nuevamente en cuenta el poema XLII y el poema L Creación, me arriesgo a decirte que te inscribes en una poesía de pensamiento. Me arriesgo a decirte que por esos andariveles te puedes sentir muy cómoda y halaga para producir y reproducir las resonancias del "otro".
Querida Cristina, espero que sigas escribiendo, " desde el umbral del desgarro" y que te importen más, tu tenacidad de escribir que la crítica misa que puedas recibir sobre tus "construcciones poéticas".
Un beso grande y hasta pronto
Luis María Sobrón



MARCELA MERCADO LUNA


Llegó este poemario a mis manos con el pedido de que lo presentara:  –no sé –, le dije al amigo que me lo acercó –primero tendría que hojearlo un poquito...
Descontando prólogos y presentaciones que en general paso por alto en una primera lectura, desde el comienzo de la obra, una cita, que atesoro, de Whithman me invitó a sentirme cómoda entre sus páginas:
    "Y quien camine unos metros sin compasión avanza amortajado hacia su propio funeral", sería más o menos la idea, aunque cualquier traducción de esa frase es incompleta y pobre.
Porque esa "compasión", esa "sympathy" de Whithman es mucho más que lástima: es conexión, comprensión, comunicación con el entorno, es también amor..... y el hecho de que Cristina lo hubiera colocado encabezando los epígrafes me estaba hablando de una actitud poética.
Después de atravesar este portal y leer el primer poema de Cristina Pizarro, estaba en condiciones de decir que sí aceptaba presentarlo, aunque --conociendo mis limitaciones--, no tenía idea de cómo lo haría...
He aquí en ese primer poema que dice al final:
  
"...Con tu cuerpo cincelado en oro y esmeraldas."

Comprendía que estaba ante una artista que cincelaba (quizá el verbo usado en el poema inicial me sugirió la idea) las palabras, como el orfebre su metal, hasta lograr una forma sorprendente, inesperada y bella.
Nada sabía de su autora, (imperdonable carencia mía), ni siquiera de dónde venía. Estábamos solos, este manojo de versos y yo: sin contextos ni conocimientos previos que determinaran mi lectura. Dejé que los  poemas me hablaran. Y así lo hicieron.
Me hablaron de un ámbito sagrado, permeable al ritual mágico de la creación, cultivado, venerado y custodiado por la autora. Me hablaron de búsquedas en el espacio y en el tiempo; me hablaron de una comunión esencial con el cosmos y la naturaleza; nombraron persistentemente a un amor que se intuye cimiento y pilar en la vivencia de la poeta...
Todo transfigurado por un lenguaje poético que jamás se abandona a la facilidad, que se sostiene en metáforas arriesgadas y en figuras e imágenes felizmente audaces.
Ya desde el título adivinamos a la artista cuyo cincel no tiembla ante esa materia prima que es el lenguaje, y que, con actitud creadora-transgresora, funde en su nombradía, los mundos vegetal y animal para reflejar el espectáculo, la vivencia, la emoción, el símbolo y todas las connotaciones que sugieren esos "jacarandaes en celo"
¿Cómo son los jacarandaes en celo? Los imagino en plenitud florida, jacarandaes en comunión con el entorno, ramas al acecho de otras ramas, belleza fértil, dispuesta a procrear, a prodigar más belleza.
Sin discutir la autonomía de cada poema, el libro tiene notable unidad, conferida, no sólo por el estilo que es la marca inherente a todo poeta, sino también, por ciertos temas recurrentes, y por esa actitud de empatía con el cosmos de la cual nos habla Whithman desde el epígrafe.
Porque el discurso de Cristina Pizarro no es el de una hablante solitaria con la mirada vuelta solamente hacia su propia alma. El yo poético, se realiza en este caso, en la medida en que se funde con el entorno, se nutre de él y descifra sus mensajes. Ese entorno está compuesto de criaturas vegetales, animales y humanas; de presencias mágicas y míticas, de música, formas y perfumes...

Entre las isotopías (esas sobredeterminaciones de sentido que -según Greimas- nos permiten encontrar ejes de lectura homogéneos en un texto), cabe destacar por ejemplo, la presencia constante del fuego.
Ese fuego que bebe “un narcótico aire” en la Obertura, se hace “llama en cruz” y consume un “cuerpo sempiterno” en la p. 18; es “incendio” en la 22; enciende “bibliotecas” y se deja un “testamento de cenizas” en la 25. Es un fuego que se actualiza en “antorchas” que custodian lo sagrado en la “Oración de las mieses” (p. 39), y se reconoce como divinidad en la p. 51: “El dios del fuego crepita a los lejos”; para terminar siendo --casi al final del libro-- esas cenizas del fuego vital y carnal que se resiste a la nada.

Podemos rastrear también una isotopía del retorno: “Retorno a tu corazón, a tus caricias en este instante en que estoy viva”, dice el magnífico poema La intensidad del instante. Este retorno, (no necesariamente nietzscheniano, aunque también es un eterno retorno), se vive como un RENACER, en diversas manifestaciones: en la evocación del Fénix, por ejemplo (p.22). “Hubo un cementerio interior,/ una casa azul /y días de fénix /cazando mariposas”.
Todo puede renacer. En “Arco Iris” la poeta apostrofa a la Muerte para que renazca; el Mariposa-Mujer afirma:
 “...a lo largo de la orilla
 voy siguiendo los diamantes
en el círculo
sin principio ni fin.
Porque sé
que renace
 para siempre
lo efímero”
y hasta los amantes pueden renacer para preservar el amor: “regresemos a la arcilla, amado mío. Allí, no podrá ningún chacal devorarle al buey sus simientes de oro”

FERTILIDAD: hay también una isotopía de la fertilidad anunciada en el título del libro y sostenida no sólo por las presencias vegetales como árboles de todo tipo (incluido el Jacarandá), flores de cultivo, producción agrícola como trigo y maíz, el labrador... sino también por el uso de ciertos vocablos como lluvia, nube y sus derivados, la diosa Ceres... Esa fertilidad se connota en el ciclo mismo de la naturaleza donde algo debe morir para dar paso a la vida (“Padre, germina la vida sin el luto del dolor”, implora la poeta). Es una fertilidad que se nombra también en la fusión de los sexos, en el amor erótico, en la “entraña” en el líquido seminal, en el deseo que persiste inalterable:
Aún (p. 76)

Entre los temas más impactantes están:
Búsqueda de identidad  Que se advierte claramente en varios poemas: Una necesidad de volver a la raíces, tanto familiares (como se ve en el bellísimo poema “El humo de la mente”, donde –cual antiguos manes romanos— “un séquito de sombras corteja los objetos de mi casa”) como ancestrales. Esta búsqueda de raíces se emparienta con la admiración hacia la cultura de los antiguos habitantes de América, con guiños concretos hacia la cultura maya, por ejemplo. Esto se ve en “Anzuelo” (p. 31” y en “Éxtasis” (p. 42) donde aparecen símbolos como el colibrí, la iguana, el sol, y la presencia de aquellos primitivos ensayos de criaturas humanas por parte de la divinidad, hasta dar con los “hombres de maíz” definitivos y perennes, o sea, nosotros, porque de maíz fuimos hechos según la cosmogonía maya.
Muy unida a esta búsqueda de identidad y raíces está la presencia latente de la tierra de los muertos, que se patentiza en varios momentos del libro.
En esta visión cósmica y trascendente del entorno, no está ausente sin embargo, la realidad cotidiana y la historia reciente. Basten como ejemplos, los poemas, “Temías acaso que fuera aborrecida”, “ “Una hoja caída” que es un canto de amor a la patria, y “El golpe del 76” cuyo título me ahorra referencias.
Están aquí, esos temas eternos que desvelaron al hombre de todos los tiempos: el AMOR, la MUERTE, la ESPERANZA, DIOS, y  especialmente, LA CREACIÓN POÉTICA. Y hasta aquí llego.

Termino esta casi mera enunciación de motivos en los que me hubiera encantado ahondar (pero no quiero demorar la palabra de Cristina que es lo que todos estamos esperando) con este breve poema que habla de la palabra. Si comencé diciendo que Cristina Pizarro ante el lenguaje, me recuerda al orfebre y su cincel frente al metal, debo rescatar esta profunda humildad ante la creación divina, que no siempre puede ser abarcada por el juego del demiurgo:

INCOMPLETUD
“Un hombre permanece vivo por el hecho de no estar concluido
y de no haber dicho todavía la última palabra”    Mijail Bajtin

Voy palpando
 el ser
 de las palabras.

La tentación
de lo inesperado
me detiene
fascinada
                       ante lo inalcanzable”


Gracias, Cristina, por renacer junto a nosotros en esta primavera riojana de jacarandaes, lapachos y naranjos encendidos.

Marcela Mercado Luna
La Rioja, 22 de Septiembre de 2004



GRACIELA LICCIARDI

“Análisis de la obra poética de Cristina Pizarro a partir del eje del cuerpo”

Un libro puede ser abordado desde diferentes ángulos, desde diferentes lecturas y cuanto más riqueza tenga la escritura de ese libro más multiplicidad de sentidos despertará en aquel que esté dispuesto a hablar de él. Cuánto más si se trata de un conjunto de libros. En este caso me referiré a los cuatro libros de poemas publicados por Cristina Pizarro. Estos libros han sido prologados por gente de trayectoria como el poeta Rubén Vela, el Dr. Roberto Ferro, Sebastián Jorgi, Sánchez Sorondo, Lidia Vinciguerra, etc., todos los cuales han señalado diferentes cualidades o características de la creación literaria de Cristina Pizarro, muchas de las cuales iré citando a lo largo de la exposición. No resulta fácil abarcar cuatro libros al mismo tiempo pero debo decir que a mí me causó un enorme placer hacerlo.
A medida que iba leyendo la creación de Cristina Pizarro más me iba convenciendo que la visión desde la que yo había decidido abordarla era la que más me conformaba. Mucho leí sobre las apreciaciones de los maestros antes mencionados.
Iré citando las mías y en parte la de ellos según el orden en que los ha ido publicando:

Poemas de agua y de fuego de 1993

Tiene un postfacio de Roberto Ferro dice que estos poemas de Cristina Pizarro retornan al principio de la palabra poética: la soledad y el mundo, entre ellos un interminable desafío: cómo nombrar la existencia y habla también de las heráldicas del cuerpo y del tiempo,  que insisten en este texto.

Desde mi perspectiva y  lectura,  me encuentro con poemas que además de hablar de la soledad y el mundo, como decíamos antes, o de viajes  hacia lo sensible, como dice Roberto Ferro, yo me encuentro con una escritura del cuerpo , una escritura desde las vísceras, donde todo el tiempo hay un juego de seducción impresionante.


En el poema  “Sólo ella es real en la vorágine”(11)  en la última estrofa leemos

Y aquí, en el espejo de la imagen soñada, / El cuerpo devora mi cuerpo,/   Y al amar y sentir/ La angustia de la espera /se convierte en luz y    fantasía.                                                                        
                                               
En el poema “El peligro de atravesar las aguas” (12)  dice: ...La fuerza de mi voz recorre/ las venas de mis manos/ y enciende/ el vertiginoso clamor de la mirada atenta/ que atraviesa las aguas.

En el poema “Los cuatro elementos en mí” (14) escribe....enraizada en la furia y/ en ascuas/ mi cuerpo avanza/ en la planicie.

En el poema “Seducción” (519 la poeta escribe:...  como un rito se entreabre/ el juego de la seducción/ y buceando en la perversidad de la palabra/ y la verdad de la mirada .

En “Resonancias” (59)  escribe....sonido espectral del aire que vibra en nuestro cuerpo/ combinaciones sin fin que se funden/ en la memoria del eco y la distancia.......



La voz viene de lejos  de 1995

Rubén Vela habla de poemas cincelados como piedras sedientas...y Roberto Ferro en el prólogo habla de una luz tejida por voces pobladas de múltiples imágenes,   de dioses abandonados, de un estado de lucidez poética, la dulzura del  abandonarse, la memoria, el olvido.

A  mí, como antes,  me sigue apareciendo el cuerpo y el erotismo cada vez más pronunciado en los poemas de Cristina Pizarro. El cuerpo escritural, el cuerpo amante, el cuerpo que por momentos se esfuma, se ofrenda, es mordido, ensombrecido, un cuerpo nombrado por algún dios y, ya en este libro, aparecen los jacarandaes que formarán parte del título del último libro de Cristina Pizarro  y que estarán en celo.

En el poema Flashes (11) escribe.....y aquieté los semblantes de los ríos/ con este cuerpo trémulo....para después pasar a decir más abajo>  y soñé con la danza/ de la cacería/ donde algún dios pronunciará mi nombre

“ Identidad”(20)  dice  algunos se aprisionan en una madreperla/ y se burlan de la fascinación/ que va mordiendo el cuerpo.....yo soy la vestal/ que se detiene/ al borde de la ofrenda

“Qué buscaban mis ojos”(21)   dice ...... la tarde con reminiscencias de caoba/ se desliza sobre mi cuerpo/ las sombras de la llovizna se esfuman en el mar de jade.

“Talismán” (29) ....dice:  Por las noches/ cuando la pasión regresa/ juega la fantasía en tu mirada/  Una máscara de papel oficio/ y expedientes/ se burlan entre sí/ entonces arde como un gigante aquel himno/ la melancolía derrota el placer/ y en la simulación/ retorna el sueño como la sombra al cuerpo.

“Paris abría su cola de pavo real” (39).......Este noviembre de jacarandaes/ 
Lirios Prohibidos  publicada en 1998

Sánchez Sorondo  refiere  a que sus poemas se dirigen al plexo solar mismo de la divinidad  interna, habla de misticismo salvaje que va piel adentro.
Lidia Vinciguerra habla del tiempo metafísico que revela y  que busca indicios en la memoria y que sostiene la palabra con las herramientas del amor.

Desde mi lectura  la autora Cristina Pizarro nos muestra muy sutilmente en muchas ocasiones esa gran carga de erotismo, que juega, diría yo,  hasta con lo sagrado.

El poema  “Salmo”(67) lleva  un epígrafe de un texto bíblico de Apocalipsis.:  Tenia en su mano derecha siete estrellas y de su boca salía una espada aguda de dos filos y el poema dice:  Me agasaja el aroma de un pellejo endiosado/ que entre sus pliegues avasalla el aire/ ...él sostendrá con la espada remolinos de fuego/ y las estrellas poseídas se engarzarán en Tu palabra... (Todos sabemos que esa espada es la lengua, así que saquemos nuestras propias conclusiones)
En estos poemas siempre hay una vuelta a lo primitivo:
“Centauro”(13)  dice :......permanecerán las magnolias y dos mariposas volarán alrededor de una veleta/ con el arco y la flecha


La presencia de las flores de seda, las amapolas, o lo que se pueda encontrar adentro de vencidos cajones (ese misterio, esa vuelta a la infancia tratando de evitar la tentación pero no pudiéndolo conseguir porque, a mi entender y lectura, los poemas de Cristina explotan en sensualidad y erotismo de las palabras. Ese misterio que encierra el cuerpo en ceremonia, los labios como frutos, la orfandad del amor, el cuerpo fragante.

“El rito” (23)dice.... como la palabra/ tu cuerpo en el amor es ceremonia/ hay un rito en la cópula/ como en el sueño y en el último verso leemos Un sucesivo desenfreno nace de tu piel/ con la lujuria/ y tu carne me une a lo sagrado/ soy  todo el universo cuando los ríos confluyen embriagados/ y porque no quiero ser sombra entre las sombras/ busco una lámpara en la alcoba incierta.

“El cantar”(25) tenemos otra vez el cuerpo fragante más ardiente que el vino, el goce en libar en los placeres de  labios frutecidos

 En el poema “Piedad” ( 59) habla de la orfandad de orgías letales atraviesa los estigmas de mi cuerpo

En el poema “Nacimiento”  dice mi cuerpo es un cáliz de plata/ y  cuando el diamante lo ilumina/ su germen lo transmuta en oro.



Y en su último libro Jacarandáes en celo de 2003, ya  aquí, a mi entender, la autora  Cristina Pizarro, despliega toda  la sensualidad y erotismo escritural donde todas las palabras están al servicio del placer y a la vez del dolor, del desgarro, de la petit mort que significa darlo todo, entregarse.
Tal vez descontextualice las frases que leo porque son sólo partes de poemas,    pero que para mí son de una vital sensualidad de la que no puedo abstraerme.

A mi ver en la obra de Cristina Pizarro el cuerpo es un elemento primordial, un cuerpo sempiterno que se consume como lo dice en el poema “El mago guarece su partida “y en el mismo dice Yo estoy oculta en el cuerno blanco de metal/ y desde el hueco quebradizo/ se desovilla un cántico

El hueco que es ella misma, mujer, hueco por donde penetra el placer y se desovilla ese cántico amoroso.

Cristina Pizarro se oculta detrás de las palabras. Ese gran erotismo  trasciende a las mismas palabras que hasta llegan a abrazar a Dios como dice el mismo poema que cité antes en que lo termina así:  Obnubilada en un blasón desierto/ mi alma se ufana/ y me abrazo a Dios.

En el poema “Crisálida”, (21) , Cristina escribe La orilla de mi cuerpo/ hechizó a un marinero lascivo.

En el poema  “Presente eterno”  (58) dice La mujer transparente hurguetea tras los montes y vive en la tempestad                                                                                                                   

Desde el principio el tornasol estalla en cuerpos desnudos y en poema “Arco iris”, ( 51 )
aunque la autora hable de la muerte, igual aparece el imperativo de aferrarse a la desnudez más clara.

En el poema “Cenizas”(81)  la autora escribe La renuncia a la existencia/ no cederá al deseo/ permanecerá la piel saciada/ de energía seminal

En el poema “Fotos”( 80) dice En una ciudad de la cintura de América/recorrimos salones y alcobas del American Hotel/ Desnudados por los besos/ nos quedamos en un pueblo/ donde un concierto de guitarras/ atrapó de nuestros cuerpos/ toda la savia salvaje

En “La intensidad del instante”(46), que es por cierto muy sensual y envolvente uno de sus versos dice: Me alzaré hasta las llamas más altas/ y mis huellas se unirán a las brasas invisibles / ese cuerpo voraz que fuera mío/


De manera entonces que como hemos podido apreciar, en la lectura que he hecho de estos poemas de Cristina Pizarro  destilan una sensualidad y un erotismo que rozan todo el tiempo lo lírico, lo mítico, se mueven en el agua, el fuego, el aire, la tierra, en la naturaleza animal, vegetal, psicológica pero fundamentalmente y para mí,  en el cuerpo de la letra y en el cuerpo físico, que es, sin duda, el erotismo que atrapa a quien la lea. Es una escritura de alta densidad para ser leída con deleite.


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