domingo, 8 de enero de 2012

COMENTARIOS: LIRIOS PROHIBIDOS

 LIBRO DE POEMAS.


 LIRIOS PROHIBIDOS
          
NORMA PÉREZ MARTÍN

Cada poética se abre hacia una concepción del mundo. Desde tiempos remotos, la lírica afirma una forma de pensamiento, una visión del mundo, de la vida. Esto no significa necesariamente amalgamar racionalidad con creación intuitiva. En todo caso, dicha comunión se produce dentro de un armónico equilibrio. Desde un proceso estético fenomenológicamente plasmado por el artista.
Creo oportuno señalar esto, por las características esenciales que Cristina Pizarro presenta en este poemario para el goce y la meditación de los lectores.
Como homenaje al siempre presente OCTAVIO PAZ, maestro de la palabra en todas sus posibilidades expresivas, recordemos una de sus declaraciones. Dice Octavio Paz: “La poesía no es una experiencia que luego traducen las palabras, sino que las palabras mismas constituyen el núcleo de la experiencia”.
En su libro Cristina Pizarro lo demuestra. Ella abre el poemario desde un enunciado revelador, sugestivo: Lirios Prohibidos. Un título original que va abriéndose a lo largo de cada página. No es casual el texto con el que se inicia esta publicación. Después del epígrafe donde se enlazan el Cielo y la Tierra, acogiendo a “los dioses de la escritura”, la autora canta con hondura y sutiles sonoridades:
                                               Cuando la desventura agota su furia
                                               el dragón se rebela contra la obra de las deidades
                                               y así fustiga a la serpiente en su guarida.
                                                                                          (Metamorfosis ,  9 )
Aquí se presentan fulguraciones que conducen simbólicamente todo el poemario. La profundidad ontológica que revela, despliega imágenes ricas, polivalentes, alejadas de pretensiones estetizantes. La poeta siembra metáforas plurales en sus significados y matices. Jamás se deleita con recursos de orfebrería superficial o preciosista. Su escritura está abonada con el saber que emerge de esa religiosidad que alienta a la autora, transfigurando tangencialidades aparentes. Cristina Pizarro ejerce el poder escritural al que se refirió OCTAVIO PAZ.
Los juegos poéticos crecen, mientras avanzamos por la lectura. Cada elemento aludido asciende por espirales en continuo crecimiento interior.
El tiempo asoma proclamando permanencias, más allá de lo contingente o efímero. Así, confiesa en la página 11:
                                               Con los brazos del tiempo
                                               estaré en la tierra prometida.
El recuerdo y la memoria suman dolencias y sapienciales descubrimientos:
                                               Mi madre regresó donde la memoria la aguardaba
                                                                                            (A dónde fue ,  19 )
La cotidianeidad se ilumina, a partir de la entrañable mirada que la autora proyecta, focalizando su tránsito por el mundo familiar, social y universal. En suma, por espacios que se traducen en eternidad. Hacia allá encamina sus pasos-palabras.
 Edgar Allan Poe aconsejaba “términos novedosos y además penetrantes, cautelosas “selecciones y rechazos”, harán que el poema tenga aquello que este artista norteamericano sintetizó como “la corriente subterránea de sentido”. Así, no resultan casuales las recurrencias y referencialidades presentes en Lirios Prohibidos. En efecto,  “puerta”-“umbral” se hallan tallados como proyecciones de epígrafes bíblicos, por ejemplo. Llegará también “el laberinto”, por donde asoma Teseo.
Cristina Pizarro abreva en las fuentes clásicas y modernas. Redescubre míticas reminiscencias que consolidan el eterno retorno. Sabe, además, que el cuerpo constituye fuente de aprendizaje y es la ventana hacia descubrimientos insondables. Lo dice en versos exactos, fervorosos, cuyo ritmo prolonga el misterio de la contemplación:
                                               Un sucesivo desenfreno nace de tu piel
                                               con la lujuria
                                               y tu carne me une a lo sagrado.
                                                                                      (El rito ,  23 )
El yo lírico y el tú construyen la contrastante fusión entre lo sagrado y la lujuria. La poeta reclama la victoria final de lo sagrado.
En el devenir existencial, carne y espíritu tejen coordenadas y revelaciones. En el viaje de la vida Cristina Pizarro vislumbra el otro lado, invisible. Y nos transporta hacia horizontes de plenitud. Un ejemplo, estos versos paradigmáticos:
                                               Como peregrinando por el aire
                                               llega a la morada de los dioses
                                               y una mirada lúcida
                                               se impregna de clamor.
                                                               (Inmortalidad ,  29 )
Por momentos la poesía de Cristina Pizarro nos trae la voz excelente de Olga  Orozco, si bien no podemos identificar ambos estilos, cuyas diferencias discursivas son notablemente evidentes. Sí, en cambio, las dos poetas argentinas están hermanadas por una misma indagación de la esencialidad del ser.
La Madre Teresa de Calcuta aparece en este libro como símbolo de Iluminación. Utilizo, con toda intención el título del poema, porque allí conduce la autora al lector. Hacia la “Iluminación”, es decir, hacia la materia sublimada. Cristina Pizarro lo ratifica estéticamente:
                                               Duele tanto la materia
                                               hasta que se transforma
                                               en éxtasis.
                                                      (Iluminación , 35 )
Ambigüedades y clarividentes revelaciones se suceden en  Lirios Prohibidos, donde cada palabra se vuelve convocante. La autora ha ordenado con rigor y eficaces intenciones, cada página; convirtiendo este libro en un sendero ascensional, una vía de buceos sapienciales.
Cristina Pizarro se duele por el clamor de América y vaticina, con esperanzado lirismo:
                                               Habrá un nuevo nacimiento
                                               más allá de los muertos.
                                                                (América , 49 )
Cristina Pizarro busca la Palabra y en dicha búsqueda persigue el apogeo de la Verdad, la Esperanza, la Fe. Su poética deja belleza y sabiduría: dos espacios que afirman el destino más alto del  Arte.
                                                                                                                                        

CARTA DE HORACIO CASTILLO
La Plata, Julio 24 de 1998.
Apreciada Cristina Pizarro:
        Muchas gracias por sus palabras y por LIRIOS PROHIBIDOS, a través de cuyas páginas he podido conocer un espíritu hondo y puro.  Me ha gustado mucho su clima poético, sobre todo en aquellos poemas más concisos como “Teseo”, “Inmortalidad”, “Profecía”, “Conjuro”, “Umbral”, entre muchos más.  También me gustó especialmente “Yo, Sócrates”.  Esto no quiere decir que no estén logrados los demás, sino que siento más afinidad con esos textos.  Además, en todo el libro hay líneas bellas y profundas, como el final de “El rito”, “Y porque no quiero ser sombra entre las sombras...”
        No es esto un juicio de valor, sino simplemente la impresión de una lectura curiosa y atenta.  Y la unidad y la continuidad de la lectura experimentaban, a veces, alguna fractura por cierto erotismo demasiado evidente o por cierta prolongación de alguna línea.  No quiero ponerme en crítico, pero para darle una  idea de lo que quiero decir cito el comienzo de “Al borde de la mañana eterna”, que quedaría más redondo si la bella línea “Iré mañana a la casa del edén perdido” se detiene allí, sin el añadido “para yacer en calma”.  Esta cuestión precisamente, no se da en los poemas más breves y por eso los prefiero.  A esta altura, uno esta tan deformado por la propia poesía que quisiera que todos escribieran como uno...
Pero sígame considerando un lector.
Cordialmente,
Horacio Castillo.


LAURA MASSOLO

La circunstancia que me permite, hoy, estar junto a Cristina Pizarro, en esta ocasión, puede parecer el resultado de varios acontecimientos que confluyen: Adrogué, su aniversario, setiembre y este libro que nos atrae desde lo sugestivo de su título “Lirios Prohibidos”.  Hasta aquí todo puede ser casual, meramente temporal, una coincidencia geográfica.
Pero no, no es así.  Hay algo más.  Hay algo más que me permite reafirmar el concepto de que LA POESIA trasciende al ser humano, concepto, tal vez, discutible o carente de lógica.  Sin embargo sucedió que conocí al libro antes que a la autora.  Curiosamente, la fotografía  en la solapa me sorprendió con un aire familiar, conocido.  Se lo comenté a Cristina y revisamos todas las posibilidades.  Pero no, nunca antes nos habíamos visto ni se habían cruzado nuestros caminos.  Pero ese aire estaba, era innegable.  Después, a medida que fui leyendo estos poemas, comprendí de donde surgió la conexión, precisamente en esa atmósfera en la que la poesía se suspende cuando escapa de nuestra interioridad.  Y cuando, también escapa del poema, fundamentalmente los poetas podemos utilizar distintos moldes y distintas estructuras para volcar nuestro sentir y nuestro pensamiento.  Pueden no coincidir nuestros estilos o nuestras temáticas.  Pero algo siempre coincide: es esa atmósfera en la que habita la intención poética, la indagación lingüística: el desvelo.
Por eso, es a la intención poética de Cristina Pizarro, y a la forma en que me conecté con ella, a lo que quiero referirme esta noche.

Contamos con elementos, con herramientas, que nos permiten el análisis de una obra para formular un juicio valorativo.  Si sólo me valiera de esos instrumentos podría hablar profusa y ponderatoriamente de “Lirios Prohibidos”, porque el material que llegó a mis manos es fruto de un trabajo inteligente, consciente, profundo.  Podría mencionar la riqueza simbólica de estos poemas, la sonoridad lograda a partir de una elección acertada de la palabra, de las imágenes polivalentes, de las metáforas precisas y penetrantes.  Podría resumir, con estos términos, una apreciación estética contundente, porque la estética es la conductora de todas estas páginas.  Podría enriquecer un comentario destacando el efecto de la experiencia y de los conocimientos de su autora.
Pero no, hay algo más.  Más aún que la conexión posible que se estableció entre la autora y mi percepción de la emotividad.  Más que la revelación de la poesía germen invisible, o ente incorpóreo, o molécula de sustancia intangible y, no obstante, capaz de movilizar el espíritu.
Algo más que significó para mí un hallazgo valioso: Cristina Pizarro transmite la candidez de la esperanza, una ilusión absolutamente necesaria en un tiempo de escepticismo, desconsuelo, desasosiego;  una intencionalidad que apunta a lo profético, que debiera servirnos como fuente de contagio a los poetas de este fin de siglo para que podamos dejar testimonio de que es posible, todavía, creer;  creer en algo más, algo que nos espera, nos descansa y nos agita, algo que nos justifica y nos abraza.
Cristina Pizarro otorga una percepción distinta del tiempo, del amor, de la memoria, de la creación.  Lo alcanzable y lo inalcanzable de nuestra esencia humana, se resumen en “Lirios Prohibidos” abriendo nuevos espacios, ensanchando nuestra mirada posible.


(Comentario de los poemas Humano, Piedad, Nirvana, Hipnosis, Profecía, Pubertad, Teseo)
En “Lirios Prohibidos” se enlazan la sensualidad y lo sagrado;  el presente y la eternidad;  la búsqueda de la memoria y el alivio de la esperanza.
Algo superior se nos revela y nos reconcilia con la falibilidad de nuestra condición, un tiempo crece, ascendiendo y, a la vez, una sensibilidad atemporal nos sumerge en el descubrimiento de nuestras dolencias.  Lo cotidiano cobra la capacidad de iluminarse, y así se consolida el horizonte de plenitud que abarca esta “creadora” con esta mirada particular.
Creo que es admirable esta intención de dejar crecer la certeza de que existe algo más, de que algo, más allá de todo, es posible y sostiene nuestro caminar.
Y no es común, y no es fácil, y no es habitual, que alguien tenga la valentía y la candidez suficientes como para volcar, en el absoluto de sus propias convicciones, toda la ternura posible.  
Y Cristina Pizarro lo ha logrado.
Cariñosamente:
 Laura Massolo 4/9/98


1 comentario:

Muchas gracias por dejar su comentario. A la brevedad lo podrás leer. Cristina.