lunes, 4 de junio de 2012




CRISTINA PIZARRO

LA QUE CAMINA SOBRE EL FUEGO (2.009)


Yo soy en ese instante la que camina sobre el fuego, siente la humedad de la hierba recién cortada y se envuelve con el aroma del bosque.
Yo soy quien abre los ojos a la encarnación del ser que fluye entre la máscara y la caída.
Yo soy quien desea desprenderse de átomos extraños y se mueve en la danza de los nombres.
Yo soy un poema vacilante que gira hacia una espiral ascendente.

Tú eres el silencio que precede a la voz y que retorna en el éxtasis final.
Tú eres el sonido que surge en el corazón, sale de tus labios y resuena en palabras-pájaros.


Yo soy un remolino que sueña con el Dios de la Noche.
Yo soy quien mira en el interior de una perla frágil, se sumerge en el pozo de agua para fusionarse con la música.
Yo soy quien se mira en las aguas y se ve mirando el abrazo de las olas.
Yo soy quien se ha despojado de la espuma, quien se ha extraviado entre el límite de las nubes en el cielo, quien se agita en el milagro de la conversión del agua en vino.

Tú eres el verde que resplandece en el aire y recobra el equilibrio después del gozo.
Tú eres quien sospecha la mudez del alma y se revela en las piedras que ocultan los secretos.





COLUMPIO DE ORO (2.009)

Cuando tu cuerpo juega en el subibaja
te mueves hacia el cielo
donde alternan los ritos
                                      entre la lluvia y la fecundidad
ésos que renuevan el ascenso

allí en el pórtico del sol
la vida y la muerte se entrecruzan
con ritmo cíclico universal.

Te balanceas en el columpio
presagias la altura
desciendes suspendida en el aire
apenas una cuerda       apenas una cadena de hierro
que sujetas con las manos
impulsada por el viento
empujada hacia el Infierno
te entregas a la Muerte
Renaces en tu creencia vegetal.



ME GUSTA ENCONTRAR PERLAS EN LA ARENA (2.009)

La piel es un torrente de
                                                  escamas redondeadas
capitas gelatinosas cubren
                                                  tus pechos de almizcle

Por qué, Rosalind,
                                no puedes ver
                                                             el cielo?


Arranca de tus ojos
                                                 la montaña
despoja las cortezas de la rama
incierta

Cuando luzcas tu vestido bordado
                                                               con rombos
te ofreceré miel para resguardarte 
                                                                 en mi gruta

Esta noche nos enciende
                                                  con melodías agrestes
y la copa de vino es un retorno
                                                           hacia el esperma del océano.

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